jueves, 29 de octubre de 2009

LA SANTIDAD DE DIOS (1ra. Parte)

Sólo El es infinita, independientemente e inmutablemente santo. Con frecuencia Dios es llamado “El Santo” en la Escritura; y lo es porque en él se halla la suma de todas las excelencias morales. Es pureza absoluta, sin la más leve sombra de pecado. “Dios es luz, y en él no hay ningunas tinieblas” (1Juan. 1:5).

La santidad es la misma excelencia de la naturaleza divina: el gran Dios es “magnífico en santidad” (Ex. 15:11). Por eso leemos: “muy limpio eres de ojos para ver el mal, ni puedes ver el agravio” (Hab. 1:13). De la misma manera que el poder de Dios es lo opuesto a debilidad natural de la criatura, y su sabiduría contrasta completamente con el menor defecto de entendimiento, su santidad es la antítesis de todo defecto o imperfección moral.

En la antigüedad, Dios instituyó algunos “que cantasen a Jehová y alabasen en la hermosura de su santidad”. (2Crón.. 20:21). El poder es la mano y el brazo de Dios, la omnisciencia sus ojos, la misericordia su entraña, la eternidad su duración, pero “la santidad es su hermosura”. Es esta hermosura lo que le hace deleitoso para aquellos que han sido liberados del dominio del pecado.

A esta perfección divina se le da un énfasis especial. “Se llama santo a Dios más veces que todopoderoso, y se presenta esta parte de su dignidad más que ninguna otra. Esta cualidad va como calificativo junto a su nombre más que ninguna otra. Nunca se nos habla de Su poderoso nombre, o su sabio nombre, sino su grande nombre, y, sobre todo, su santo nombre. Este es su mayor título de honor; en ésta resalta toda la majestad y respetabilidad de su nombre.” Esta perfección, como ninguna otra, es celebrada ante el trono del cielo por los serafines que claman: “Santo, Santo, Santo, Jehová de los ejércitos” (Isa. 6:3).

Dios mismo destaca esta perfección: “Una vez he jurado por mi santidad” (Sal. 89:35). Dios jura por su santidad porque ésta es la expresión más plena de sí mismo. Por ella nos exhorta: “Cantad a Jehová, vosotros sus santos, y celebrad la memoria de su santidad” (Sal. 30:4). “Podemos llamar a éste un atributo trascendental; es como si penetrara en los demás atributos y les diera lustre” (J. Howe 1670). Por ello leemos de la “hermosura del Señor” (Sal. 27:4), la cual no es otra que la “hermosura de su santidad” (Sal. 110:3).

“Esta excelencia destacada por encima de sus otras perfecciones, es la gloria de éstas; es cada una de las perfecciones de la deidad; así como su poder es el vigor de sus otras perfecciones, su santidad es la hermosura de las mismas; de la manera que sin omnipotencia todo sería débil, sin santidad todo sería desagradable. Si ésta fuera manchada, el resto perdería su honra

Esto sería como si el sol perdiera su luz: perdería al instante su calor, su poder y sus virtudes generadoras y vivificadoras. Así como en el cristiano la sinceridad es el brillo de todas las gracias, la pureza en Dios es el resplandor de todos los atributos de la divinidad. Su justicia es santa, su sabiduría santa, su brazo poderoso es un santo brazo (Sal. 98:1). Su verdad o palabra es una Santa Palabra (Sal. 105:42). Su nombre, que expresa todos sus atributos juntos, es un Santo Nombre (Sal. 103:1)”

Arthur Pink

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