miércoles, 30 de diciembre de 2009

“Como había amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin.” Juan 13:1.


Este hecho es esencialmente una promesa; pues el Señor es lo que fue, y será para todos Sus amados lo que fue para aquellos con quienes convivió en la tierra mientras la luna permanezca.
“Había amado”: ¡esto es una maravilla! Que haya amado a los hombres es una maravilla.
¿Qué había en Sus pobres discípulos para que los amara? ¿Qué hay en mí?
Pero cuando Él ha comenzado a amar, está en Su naturaleza continuar haciéndolo. El amor convirtió a los santos en “los suyos”. ¡Qué título tan escogido! Él los compró con sangre y ellos se convirtieron en Su tesoro. Siendo Suyos, Él no los perderá. Siendo Sus amados, no cesará de amarlos. ¡Alma mía, Él no cesará de amarte!
El texto es muy bueno como está: “hasta el fin”, incluso hasta la muerte, la pasión rectora del amor a los Suyos reinó en Su sagrado pecho. También significa hasta lo sumo. No podía amarlos más: se entregó por ellos. Algunos lo traducen: a la perfección. En verdad Él derramó sobre ellos un amor perfecto, en el que no había mancha ni falla, ni imprudencia, ni infidelidad, ni reserva.
Así es el amor de Jesús para cada uno de los que constituyen Su pueblo. Cantemos un cántico a nuestro Bienamado.

La Chequera del Banco de la Fe.
C.H. Spurgeon

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