El Salmo 1, la puerta de entrada a este maravilloso libro de poesía, canto y oración establece un principio fundamental que debe guiar todas nuestras relaciones: La importancia de las influencias. Dios nos indica en el verso 1 de este salmo, que debemos ser muy prudentes al escoger nuestras amistades: "Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, ni estuvo en camino de pecadores, ni en silla de escarnecedores se ha sentado." Las personas con las que elegimos pasar nuestro tiempo, a quienes confiamos nuestros pensamientos y a quienes pedimos consejo en nuestras decisiones, serán motivo de grandes alegrías o tristezas. Si nuestros amigos son aquellos que aman la Palabra de Dios, que buscan la justicia, que nos animan en la fe y nos desafían al crecimiento, entonces nuestras almas serán nutridas y nuestra vida dará fruto. Una amistad piadosa nos eleva, nos corrige con amor, celebra nuestras victorias y nos sostiene en nuestras caídas. Nos impulsa a vivir con propósito y a honrar a Dios en cada paso. Por el contrario, las amistades que nos alejan de Dios o nos arrastran a caminos de maldad, terminarán secando nuestra alma. La elección de nuestros amigos es algo que impacta directamente nuestro bienestar espiritual, emocional, incluso familiar.
El dolor de las amistades
La honestidad de los Salmos nos confronta con las más profundas heridas humanas. El dolor de la traición, especialmente cuando proviene de alguien cercano y de confianza, se describe con una crudeza desgarradora. En Salmos 41:9, David lamenta: "Aun el hombre de mi paz, en quien yo confiaba, el que de mi pan comía, alzó contra mí el calcañar." Esta imagen evoca una cercanía íntima, una vida compartida, e incluso una dependencia mutua, solo para ver a esa persona volverse en contra. Esta experiencia tan dolorosa se convirtió en una profecía de la traición de Judas a Jesús (Juan 13:18).
El Salmo 55:12-14 profundiza aún más en la agonía de esta experiencia: "Porque no me afrentó un enemigo, lo cual habría soportado; ni se alzó contra mí el que me aborrecía, porque me hubiera escondido de él; sino tú, hombre, al parecer íntimo mío, mi compañero, y mi familiar; que juntos comunicábamos dulcemente los secretos, y andábamos en casa de Dios en compañía." Es la traición del "compañero", del "amigo", del que compartía nuestros "secretos" y nuestra vida espiritual, lo que causa la cicatriz más profunda. De un enemigo se espera, pero un amigo que se convierte en adversario, que se vuelve en contra de la confianza depositada, desgarra el tejido mismo de la seguridad y el afecto.
La alegría de las amistades
En contraste con la oscuridad de la traición, los Salmos también celebran la maravillosa belleza de la amistad. El Salmo 133:1 es un canto vibrante a esta verdad: "¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía!" Si bien este salmo se refiere a la unidad entre hermanos de sangre o, más profundamente, entre el pueblo de Dios, sus principios resuenan poderosamente en el ámbito de la amistad.
Cuando los amigos viven en armonía, se produce una atmósfera que el salmista describe con dos imágenes poderosas. Primero, es como "el buen óleo sobre la cabeza, el cual desciende por la barba, la barba de Aarón, y baja hasta el borde de sus vestiduras" (v. 2). El aceite de la unción era un símbolo de la presencia y la bendición de Dios, fluyendo desde la cabeza del sacerdote hasta cada parte de su ser. Así, la amistad en armonía es una señal de la presencia de Dios, una unción que se derrama y cubre todo.
Segundo, es como "el rocío de Hermón, que desciende sobre los montes de Sion; porque allí envía Jehová bendición, y vida eterna" (v. 3). El monte Hermón, en el norte, era conocido por su abundante rocío, vital para la vida en una tierra árida. El rocío sobre Sion, el monte de Jerusalén, simboliza la bendición vital que viene directamente de Dios. Donde hay armonía en la amistad, Dios envía su bendición, sustentando y dando vida. Es en esa unidad que experimentamos un anticipo de la vida eterna, de la perfecta comunión que disfrutaremos con Dios y nuestros hermanos para siempre. Una amistad marcada por el apoyo mutuo, el respeto, la comprensión y el amor, es un reflejo de la comunión trinitaria de Dios mismo.
Aplicación Personal
Los Salmos nos invitan a una profunda reflexión sobre nuestras propias amistades. ¿Son nuestras relaciones un reflejo de la sabiduría divina, que nos acercan a Dios y a su propósito, o nos están alejando? ¿Hemos permitido que el dolor de la traición nos amargue o hemos entregado esas heridas al Gran Sanador? ¿Estamos activamente cultivando la armonía en nuestras relaciones, buscando ser un bálsamo de bendición para otros?
La amistad es un viaje, a menudo hermoso, a veces desafiante. Requiere tiempo, sacrificio, perdón y gracia. Recordemos que tenemos un Amigo que nunca falla: Jesús. Él conoce la profundidad del amor y el dolor de la traición, y en Él encontramos la perfecta amistad y la sanidad para nuestras heridas. Que el eco de los Salmos nos impulse a ser amigos fieles, a buscar amistades piadosas y a ser canales de la bendición de Dios en la vida de quienes nos rodean.