Capítulo I
En este capítulo trataremos con una de las formas en que Satanás procura conducir a los creyentes al pecado. Este método consiste en mostrarles que hay placer en el pecar, ocultándoles la tristeza y las consecuencias que el pecado les traerá. El pecado puede parecer muy placentero y Satanás quiere que los creyentes piensen acerca de él de esta manera. El diablo sabe que si caemos en el error de pensar así, el pecado nos parecerá muy atractivo y nos olvidaremos de la verdad que el pecado es cruel y dañino. Dios les dijo a Adán y Eva que no comieran del fruto del árbol o morirían (Gn 2:16-17), más Satanás dijo a la mujer que comiendo del fruto serían como dioses (Gn. 3:4-5). Satanás hizo que la desobediencia pareciera muy atractiva y placentera. Satanás continúa haciendo lo mismo hasta el día de hoy. Por ejemplo, en el desierto trató de tentar a Jesús en la misma forma. Le enseñó a Jesús todos los reinos y su gloria, ofreciéndoselos a condición de que Jesús le adorara (Mt. 4:8-9). Cuan hermoso y atractivo trató de presentar el pecado. Sin embargo, Jesús no fue seducido por la astucia del diablo.
¿Cómo pueden los creyentes resistir a Satanás, cuando hace que el pecado sea tan atractivo? Hay cuatro remedios que nos pueden ayudar para no ser atraídos por el pecado en esta manera.
Primero, los creyentes deben mantenerse alejados del pecado tanto como puedan (1 Ts. 5:22; Pr 4:14-15) Una persona que camina a la orilla del precipicio, puede caer en cualquier momento. Si el creyente camina cerca de lo que es pecaminoso, no debe sorprenderse si es atrapado por el pecado. Pablo dijo a los cristianos que aborrecieran la maldad y que la aborrecieran intensamente. (Ro 12:9)
Segundo, los creyentes deben recordar que el placer del pecado pronto se convierte en amargura (Job 20:12-14). El pecado puede brindar placer por un rato y parecernos fácil al principio (Pr. 14-12); pero al fin, el dolor producido es mayor que el placer que se recibe. Es como la comida con veneno; tiene buen sabor, pero si no es expulsada es mortal. El pecado que se come en la tierra se tendrá que digerir en el infierno.
Tercero, los creyentes deben recordar que el pecado les hará perder aquello que es realmente bueno. Los que ceden ante el pecado pierden su gozo espiritual y pierden la paz de su corazón. El Espíritu Santo es contristado y su influencia vivificadora languidece. El pecado les hace perder estas cosas buenas. Entonces, el diablo les está engañando porque el pecado no es realmente placentero. (Sus comodidades siempre son temporales)
Cuarto, los creyentes deben fijarse bien en la forma como el pecado engaña. El pecado es el más grande engañador y es la causa de todo el engaño que hay en el mundo. En sí mismo, el pecado es sobremanera pecaminoso (He 3:13) Cuando el pecado los ha engañado, los creyentes frecuentemente se niegan a admitirlo y contrariamente piensan que están bien. El pecado les hace creer que el mal es bueno. Basta pensar en lo ocurrido con Faraón, Balaam, y Judas para darnos cuenta que una persona puede conducirse pecaminosamente pensando que está actuando bien. En tales ejemplos podemos observar como es que una persona puede estar dispuesta a perder a Dios, el cielo, Cristo y aún su propia alma porque no quiere dejar sus pecados. No hay nada tan engañoso como el pecado.
Recuerda que el pecado no es placentero sino amargo, y no importa que tan agradable parezca. No dejes que Satanás te aleje de Dios con un engaño como éste.
¿Cómo pueden los creyentes resistir a Satanás, cuando hace que el pecado sea tan atractivo? Hay cuatro remedios que nos pueden ayudar para no ser atraídos por el pecado en esta manera.
Primero, los creyentes deben mantenerse alejados del pecado tanto como puedan (1 Ts. 5:22; Pr 4:14-15) Una persona que camina a la orilla del precipicio, puede caer en cualquier momento. Si el creyente camina cerca de lo que es pecaminoso, no debe sorprenderse si es atrapado por el pecado. Pablo dijo a los cristianos que aborrecieran la maldad y que la aborrecieran intensamente. (Ro 12:9)
Segundo, los creyentes deben recordar que el placer del pecado pronto se convierte en amargura (Job 20:12-14). El pecado puede brindar placer por un rato y parecernos fácil al principio (Pr. 14-12); pero al fin, el dolor producido es mayor que el placer que se recibe. Es como la comida con veneno; tiene buen sabor, pero si no es expulsada es mortal. El pecado que se come en la tierra se tendrá que digerir en el infierno.
Tercero, los creyentes deben recordar que el pecado les hará perder aquello que es realmente bueno. Los que ceden ante el pecado pierden su gozo espiritual y pierden la paz de su corazón. El Espíritu Santo es contristado y su influencia vivificadora languidece. El pecado les hace perder estas cosas buenas. Entonces, el diablo les está engañando porque el pecado no es realmente placentero. (Sus comodidades siempre son temporales)
Cuarto, los creyentes deben fijarse bien en la forma como el pecado engaña. El pecado es el más grande engañador y es la causa de todo el engaño que hay en el mundo. En sí mismo, el pecado es sobremanera pecaminoso (He 3:13) Cuando el pecado los ha engañado, los creyentes frecuentemente se niegan a admitirlo y contrariamente piensan que están bien. El pecado les hace creer que el mal es bueno. Basta pensar en lo ocurrido con Faraón, Balaam, y Judas para darnos cuenta que una persona puede conducirse pecaminosamente pensando que está actuando bien. En tales ejemplos podemos observar como es que una persona puede estar dispuesta a perder a Dios, el cielo, Cristo y aún su propia alma porque no quiere dejar sus pecados. No hay nada tan engañoso como el pecado.
Recuerda que el pecado no es placentero sino amargo, y no importa que tan agradable parezca. No dejes que Satanás te aleje de Dios con un engaño como éste.
Thomas Brooks
No hay comentarios:
Publicar un comentario