martes, 24 de noviembre de 2009

Las Escrituras y el pecado_1ra. Parte

Hay una razón muy seria para creer que gran parte de la lectura de la Biblia y de los estudios bíblicos de los ú1timos años ha sido de muy poco provecho espiritual para aquellos que han realizado la lectura y los estudios. Pero, aún voy a decir más; mucho me temo que en muchos casos, todo ello ha resultado más bien en una maldición que en una bendición. Este es un lenguaje duro, me hago cargo; sin embargo no creo que sea más duro, de lo que requiere el caso. Los dones divinos son mal usados, y se abusa de la misericordia divina. Que esto es verdad lo prueba la escasez de los frutos cosechados. Incluso el hombre natural emprende el estudio de las Escrituras (y lo hace con frecuencia) con el mismo entusiasmo y placer con que podría estudiar las ciencias. Cuando se trata de este caso, su caudal de conocimiento incrementa, pero, lo mismo ocurre con su orgullo. Como el químico ocupado en hacer experimentos interesantes, el intelectual que escudriña la Palabra se entusiasma cuando hace algún descubrimiento en ella; pero, el gozo de este último no es más espiritual de lo que sería el del químico y sus experimentos. Repitámoslo; del mismo modo que los éxitos del químico, generalmente, aumentan su sentimiento de importancia propia y hacen que mire con cierto desdén a otros más ignorantes que él, por desgracia, ocurre esto también con los que han investigado cronología bíblica, tipos, profecía y otros temas semejantes.

La Palabra de Dios puede ser estudiada por muchos motivos. Algunos la leen para satisfacer su orgullo literario. En algunos círculos ha llegado a ser respetable y popular el obtener un conocimiento general del contenido de la Biblia simplemente porque se considera como un defecto en la educación el ser ignorante de la misma. Algunos la leen para satisfacer su sentimiento de curiosidad, como podrían leer otro libro de nota. Otros la leen para satisfacer su orgullo sectario. Consideran que es un deber el estar bien versados en las doctrinas particulares de su propia denominación y por ello buscan asiduamente textos base en apoyo de «sus doctrinas». Aun otros la leen con el propósito de poder discutir con éxito con aquellos que difieren de ellos. Pero, en todos estos casos no hay ningún pensamiento sobre Dios, no hay anhelo de edificación espiritual y por tanto no hay beneficio real para el alma.

¿En qué consiste pues el beneficiarse verdaderamente de la Palabra? ¿No nos da 2ª Timoteo 3:16, 17 una respuesta clara a esta pregunta? Leemos allí: «Toda escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir. para instruir en justicia: a fin de que el hombre de Dios sea enteramente apto, preparado para toda buena obra.» Obsérvese lo que aquí se omite: la Santa Escritura nos es dada, no para la gratificación intelectual o la especulación carnal, sino para prepararnos para «toda buena obra», y para enseñarnos, corregirnos, instruirnos. Esforcémonos en ampliar esto con la ayuda de otros pasajes.

1. Un individuo se beneficia espiritualmente, cuando la Palabra le redarguye o convence de pecado. Esta es su primera misión: revelar nuestra corrupción, exponer nuestra bajeza, hacer notoria nuestra maldad. La vida moral de un hombre puede ser irreprochable, sus tratos con los demás impecables, pero cuando el Espíritu Santo aplica la Palabra a su corazón y a su conciencia, abriendo sus ojos cegados por el pecado para ver su relación y actitud hacia Dios, exclama: «¡Ay de mí, que estoy muerto! » Es así que toda alma verdaderamente salvada es llevada a comprender su necesidad de Cristo. «Los que están sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos» (Lucas 5:31). Sin embargo no es hasta que el Espíritu aplica la Palabra con poder divino que el individuo comprende y siente que está enfermo, enfermo de muerte.

Esta convicción que le hace comprender que la destrucción que el pecado ha realizado en la constitución humana, no se restringe a la experiencia inicial que precede inmediatamente a la conversión. Cada vez que Dios bendice su Palabra en mi corazón, me hace sentir cuán lejos estoy, cuán corto me quedo del standard que ha sido puesto delante de mí. «Sed santos en toda vuestra manera de vivir» (1ª Pedro 1: 15). Aquí, pues, se aplica la primera prueba: cuando leo las historias de los fracasos deplorables que se encuentran en las Escrituras, ¿me hace comprender cuán tristemente soy como uno de ellos? Cuando leo sobre la vida perfecta y bendita de Cristo, ¿no me hace reconocer cuán lamentablemente soy distinto de El?

Arthur W. Pink

 

 

martes, 17 de noviembre de 2009

“Porque no abandonará Jehová a su pueblo, ni desamparará su heredad.” Salmo 94: 14.

No, Dios ni siquiera abandonará a uno de ellos. Los hombres abandonan, pero Dios no, pues Su elección es inmutable, y Su amor es eterno. Nadie puede encontrar a una sola persona a la que Dios haya desamparado después de habérsele revelado salvadoramente.
El Salmo menciona esta grandiosa verdad para dar ánimos al corazón del afligido. El Señor disciplina a los Suyos, pero nunca los desampara. Nuestra instrucción es el resultado de la doble obra de la ley y de la vara, y el fruto de esa instrucción es una quietud de espíritu y una sobriedad de mente, de las que procede el descanso. Los impíos son dejados solos hasta que es cavado el hoyo en el que se hundirán y serán sumidos; pero los piadosos son enviados a la escuela para que sean preparados para su glorioso destino en el más allá. El juicio retornará y terminará su obra sobre los rebeldes, pero igualmente retornará para
vindicar a los sinceros y a los piadosos. Por esta razón podemos soportar la vara de la disciplina con calmada sumisión pues no significa para nosotros ira, sino amor.

“Dios puede castigar y corregir
Pero no puede nunca abandonar;
Puede en fidelidad reprender,
Pero nunca dejar de amar.”


La Chequera del Banco de la Fe.
Charles Spurgeon

 

 

miércoles, 11 de noviembre de 2009

La verdadera felicidad

Texto: Salmo 1

Introducción: Bienaventurado: La palabra la encontramos muchas veces en el AT y NT. La palabra significa básicamente la «dicha» o «felicidad» que experimentan los que son bendecidos por alguien superior, entiéndase: Dios. La palabra se utiliza en su mayoría para referirse a la salvación y a todas las bendiciones que la acompañan. Sal 2:12; 32:1,2; 33:12. En estos pasajes la palabra se refiere a los salvos. 34:8; 40:4; 65:4; 84:5; 89:15; 94:12; 112:1; 128:1. 

1. La felicidad es el objeto principal que todas las personas buscan: 
a. Todos quisiéramos ser felices. Es difícil encontrar a alguien que no quiera ser feliz. Todos los seres humanos están buscando lo mismo.
b. Esto se debe a la falta de felicidad. La caída de la raza humana, puso fin a la felicidad. Desde el día que Adán y Eva pecaron contra Dios y fueron echados de Edén, perdieron la verdadera felicidad. La raza humana no ha estado contenta, dichosa, desde aquel día. La Biblia comienza hablando del paraíso perdido y termina con la recuperación de ese paraíso. Termina con una dicha eterna.
c. Los hombres sin Cristo no la pueden alcanzar. No se puede encontrar la verdadera felicidad sin Dios. La gente sin Cristo viven sin dicha verdadera y no entienden porqué viven así. Por eso es que viven tristes, descontentas. No entienden que sólo Dios hace bienaventurado al hombre.
d. La Biblia nos enseña que nos puede dar la explicación de porqué de tanta miseria. La Biblia enseña que sólo se es dichoso, bendito, bienaventurado en Cristo, y que fuera de Él, no hay felicidad.
e. Ahora, el mundo también nos ofrece una solución. Una solución diferente a la que la Biblia nos muestra. Son dos respuestas contrarias. Este mundo caído, los hombres caídos, nos ofrecen una solución al problema de la infelicidad humana. Son dos respuestas que llevan a un destino diferente, según nos muestra este Salmo. Y se puede dividir a la raza humana en estos dos caminos de búsqueda de la felicidad, de la dicha.

2. La felicidad desde los puntos de vista del hombre. 
a. Están aquellos que enseñan que podemos alcanzar la felicidad pecando, desobedeciendo los mandamientos de Dios, rebelándonos a la voluntad divina, poniéndonos en contra de Dios. Y la mayoría acepta esta propuesta. Estas personas nos quieren decir, que el camino más corto a la infelicidad, es la obediencia a Dios. Que la obediencia a Dios, el sometimiento a su señorío, a su voluntad, traerá desdicha. Estas personas nos aseguran que el camino del pecado, de la rebelión, es el camino seguro, más directo a la felicidad real, es el camino al gozo que perdura. Ellos pintan el camino de Dios, como un camino de tristeza, de miseria, de tortura. Esto no es nuevo, hay que recordar que Satanás le dijo a Eva que Dios quería su miseria, y que él quería su felicidad.
b. Están aquellos que enseñan que no se puede ser feliz. Muchas de estas personas, son aquellas que debido al pecado, han tenido muchos problemas, dificultades. Ellos han tenido problemas de salud, debido a vicios. Ellos han tenido problemas sentimentales, familiares, económicos debido al pecado. Son personas cínicas, dicen que la felicidad verdadera no existe en este mundo. Piensan que no hay tal cosa como la felicidad. Su lema es: comamos, bebamos, porque mañana moriremos. Ellos concluyen que nadie es feliz. Miran a los cristianos como hipócritas. Siempre andan viendo como amargar a otros. Es en este nivel donde las personas caen en depresión. Viven tratando de convencer a los demás que la vida no vale nada, que no tiene sentido.
c. Están aquellos que enseñan que la felicidad depende de las circunstancias. Ellos dicen: yo pudiera ser feliz, casándome con otra persona. yo pudiera ser feliz si tuviera otro trabajo, con más dinero, con fama. Limitan su felicidad a términos no alcanzables. Si yo tuviera un carro último modelo sería feliz. Para ellos al igual que el segundo grupo, la felicidad no es posible. Pero la Biblia enseña que una persona puede ser dichosa, bendita, feliz. Esto nos lleva al tercer punto.

3. La felicidad como la enseña la Biblia. 
a. La Biblia enseña que la felicidad no depende de nuestras circunstancias. Esto contradice la mentalidad de muchas personas en este mundo. La Biblia enseña que la felicidad no depende de lo favorable o desfavorable de nuestras circunstancias. Enseña que si la felicidad dependiera de esto, nuestra felicidad sería momentánea, y sería algo casi inexistente. No depende de la pobreza, ni de la riqueza.
b. La Biblia enseña que la felicidad no es algo que debemos buscar directamente, sino más bien, indirectamente. Según la Biblia, la felicidad es el resultado o el fruto de algo más. La felicidad viene como consecuencia de las promesas de Dios.
c. La Biblia enseña que la felicidad dependen directamente de dos cosas: 1º. Nuestra relación con Dios. Nuestra relación salvadora con Dios. 2º. Lo que Dios está haciendo en nosotros o sea lo que somos, nuestro carácter. Esto se halla en las bienaventuranzas. Esto depende de lo primero. d. La Biblia enseña que la felicidad es interna. No depende de algo externo, de algo que se encuentra afuera. No de algo bueno que hay en nosotros, sino de un cambio que Dios ha hecho en nuestro interior. Dios dice, que la felicidad surge de un cambio interno.

4. La felicidad según el Salmo 1: 
a. La persona verdaderamente feliz es aquella que evita el compañerismo de los malos, que no hace caso de los pecadores, del mundo. La persona verdaderamente feliz es la que no anda (sigue) los consejos de los pecadores. No está en camino de pecadores. No se ha sentado en silla de escarnecedores. No está de acuerdo en ningún aspecto con los inconversos. Su norma de vida no es la filosofía mundana. Su camino es totalmente contrario.
b. La persona verdaderamente feliz es aquella que hace caso de la verdad de Dios. Esta persona tiene su delicia en la ley de Jehová. Todos nosotros nos deleitamos en algo. Tenemos nuestra delicia puesta en algo. El salmista dice, que si nuestra delicia no está puesta en la ley de Dios, debe estar puesta en algo más: en el pecado, en la vanagloria, en el dinero, en la apariencia. Si nuestra delicia no está en Dios, estamos fuera del camino de la felicidad. Salmo 37:4. Este pasaje no habla de alguien que pide como un niño, sólo para gastar en sus deleites. Sus peticiones serán acordes con su relación con Dios. Esta persona medita en la ley de Dios.
c. La persona verdaderamente feliz es aquella que será prosperada en esta vida y será prosperada para siempre. Hay algunos que creen que el evangelio es garantía de prosperidad. Este pasaje nos dice que la persona verdaderamente feliz, es una persona que goza del argumento que se halla en Romanos 8:28. es una persona que no puede ser derrotada, no puede ser un fracasado. Es más que vencedor en Cristo Jesús. Su prosperidad no se centra tanto en lo que tiene o posee materialmente, sino en la dicha de ser alguien que produce fruto para la gloria de su Dios, por el cambio que el mismo Señor ha hecho en él.
d. La persona verdaderamente feliz es aquella que sabe que no perecerá. El salmo termina con que la senda de los malos perecerá. Lo contrario será para el hijo de Dios. El vivirá eternamente. La vida para el cristiano no se limita a este mundo. La verdadera dicha para él, es que después de esta vida física, hay un lugar de dicha, junto con Dios, con Cristo, por la eternidad.

5. ¿Cuál es el error de los inconversos?
Buscar la felicidad en el pecado. El pecado no puede proporcionar felicidad, el pecado no puede dar lo que ofrece. Hay cuatro pruebas para ello:
a. El pecado sólo provoca perversión. Se comienza con un pecado sencillo, pero cada vez, el primer pecado no satisface, hay que buscar lago más perverso para satisfacerse, y se vuelve en algo que no acaba.
b. El pecado conduce al uso de estimulantes artificiales. El mejor ejemplo de ello, es el alcohol. El alcohólico no puede ser feliz, sin un estímulo artificial. El que fuma también. Y se puede seguir con una lista interminable.
c. El pecado siempre conduce a la adicción y a la esclavitud. Lo que al inicio parecía producir felicidad, se convierte en un yugo muy pesado de llevar.
d. El pecado solo produce miseria. Este es el verdadero resultado del pecado, del libertinaje, de la rebeldía contra Dios, la miseria. Todo pecado lleva a esto, a vivir sin rumbo, sin dirección, sin sentido; ha vivir una vida de desdicha y dolor.

6. ¿Cómo se describe a los inconversos en este Salmo?
Como el tamo: Job 21:18. La paja se la lleva un viento muy liviano; el tamo se lo lleva un torbellino (tornado). Mt 3:12. La paja aquí describe personas. La paja es lo que queda después de limpiar el trigo. Así como el árbol es la figura que describe al hijo de Dios, la paja desde la perspectiva de Dios describe al impío, al inconverso, al pecador. La paja no sirve para nada. Las personas que buscan la felicidad en el pecado, lejos de Dios, no sirven para nada, son comparados como paja, como tamo. La paja no tiene raíz. Estas personas no tienen seguridad alguna, no tiene un fundamento alguno para el futuro. Estas personas no pueden ver más allá del día de hoy, con firmeza, con seguridad, con alegría. No pueden enfrentar la muerte, la enfermedad, los problemas. La paja carece de propósito. La paja carece de fruto. La paja no tiene vida. Sin una relación correcta con Dios, nadie puede ser feliz. Dios castigará a las personas que buscan la felicidad fuera de él. Dios sabe que esas personas no pueden ser felices. Dios dice que sin Él no hay felicidad.

Thomas Montgomery


martes, 10 de noviembre de 2009

“No dará tu pie al resbaladero.” Salmo 121: 3.

Si el Señor no va a permitirlo, ni los hombres ni los demonios podrían hacerlo. ¡Cuán grandemente se regocijarían si pudieran provocarnos una ignominiosa caída, echarnos de nuestra posición y desterrarnos de la memoria! Harían esto para el disfrute de sus corazones si no fuera por un obstáculo, y solamente un obstáculo: el Señor no lo permitirá; y si Él no lo tolerará, nosotros no lo sufriremos.

El camino de la vida es como un viaje por entre los Alpes. A lo largo de los senderos de las montañas uno está constantemente expuesto a que sus pies resbalen. Allí donde el camino es elevado la mente está inclinada a padecer vahídos, y entonces el pie pronto resbala: hay partes que son lisas como el cristal, y otras que son escarpadas con piedras sueltas, y en cualquiera de ellas una caída es difícil de evitar. Aquel que a lo largo de su vida recibe la capacidad para mantenerse íntegro y para caminar sin tropezar tiene el mejor de los motivos para estar agradecido. Con escollos y trampas, rodillas débiles, pies cansados y enemigos sutiles, ningún hijo de Dios podría mantenerse firme durante una hora si no fuera por el amor fiel que no dará su pie al resbaladero.

“En medio de mil trampas estoy

Sostenido y protegido por Tu mano;

Esa mano invisible todavía me sostendrá,

Y me conducirá a Tu santo monte.”


Chequera del Banco de la fe

C.H. Spurgeon 



sábado, 7 de noviembre de 2009

“El que se humilla será enaltecido.” Lucas 18: 14.

No debería ser difícil que nos humilláramos pues, ¿qué tenemos de lo que debamos estar orgullosos? Deberíamos ocupar el lugar más bajo sin necesidad de que se nos diga que lo hagamos. Si fuéramos sensatos y honestos seríamos muy poca cosa en nuestra propia opinión. Especialmente delante del Señor, en oración, deberíamos reducirnos a nada. Allí no podemos hablar de mérito, pues no tenemos ninguno: nuestra sola y única apelación ha de ser a la misericordia: “Dios, sé propicio a mí, pecador.”

Aquí tenemos una palabra de ánimo procedente del trono. Seremos enaltecidos por el Señor si nos humillamos. Para nosotros la forma de subir es ir cuesta abajo. Cuando somos despojados del yo, entonces somos vestidos de humildad, y esta es la mejor ropa. El Señor nos enaltecerá con paz y felicidad de mente; Él nos enaltecerá al conocimiento de Su Palabra y a la comunión con Él; Él nos enaltecerá en el gozo del perdón garantizado y la justificación. El Señor otorga Sus honores a quienes pueden llevarlos para honra del Dador.

Él da utilidad, aceptación e influencia a aquellos que no son inflados por estas cosas, sino que más bien son humillados por un sentido de mayor responsabilidad. Ni Dios ni el hombre se interesarán por ensalzar a un hombre que se ensalce a sí mismo; pero tanto Dios como los hombres buenos se unen en honrar una condición modesta.

Oh, Señor, húndeme en el yo, para que pueda ser levantado en Ti.


Chequera del Banco de la Fe

C.H. Spurgeon

 

 

jueves, 5 de noviembre de 2009

Las riquezas usualmente no son una bendición



Tomado del blog varonilmente

Participantes de sus aflicciones

“Sino gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo…” 1 P 4:13

Si vas a ser utilizado por Dios, Él te hará pasar por múltiples experiencias. Éstas tienen el propósito de que seas útil en sus manos y que entiendas lo que les ocurre a otras almas, de tal manera que nunca te sorprendas de lo que pueda cruzarse en tu camino. Tú dices: “¡pero, yo no puedo tratar con esa persona!” ¿Por qué no? Dios te ha dado bastantes oportunidades para aprender de Él al respecto, pero te alejaste sin prestarle atención a la lección, porque te pareció estúpido gastar el tiempo de esa manera.

Las aflicciones de Cristo no fueron las que comúnmente tú y yo padecemos. Él sufrió según la voluntad de Dios (1 P 4:19), y no desde la perspectiva en que nosotros sufrimos como individuos. Sólo a través de la relación con Jesucristo comprendemos lo que Dios está buscando en su trato con nosotros. Es parte de nuestra cultura cristiana querer saber de antemano cuales son los propósitos divinos cuando se trata de las aflicciones. La historia de la Iglesia cristiana registra que tendemos a evadir el ser identificados con los padecimientos de Jesucristo. La gente ha tratado de obedecer las órdenes de Dios mediante sus propios atajos. El camino de Él siempre es el del sufrimiento, el sendero del “recorrido largo a casa”.

¿Participamos de las aflicciones de Cristo? ¿Estamos dispuestos a que Dios destruya y transforme sobrenaturalmente nuestras decisiones personales? Esto no implica que vayamos a saber exactamente la razón por la que Dios nos está llevando por ese camino, pues nos volveríamos pedantes espirituales. Momentáneamente no comprendemos a través de que situación Él desea llevarnos. Pasamos más o menos sin entenderlo, hasta que, de repente, llegamos a un lugar luminoso y decimos: “¡Dios me ha fortalecido y ni siquiera lo sabía!”

Oswald Chambers