miércoles, 23 de julio de 2025

Jesús en el Libro de los Salmos

El libro de los Salmos aunque fue escrito siglos antes del nacimiento de Jesús, resuena con la voz del Mesías, revelando Su carácter y Su obra de maneras sorprendentes. Al sumergirnos en los Salmos, descubrimos un retrato vívido de Jesucristo, el Ungido de Dios, desde su nacimiento hasta su gloriosa ascensión y su reino venidero. Esta colección de cánticos y oraciones nos ofrece un espejo profético del Hijo eterno de Dios, Jesucristo.

El Rey Mesías
Desde sus primeros versículos, los Salmos presentan a un rey cuya soberanía va más allá de cualquier monarca terrenal. No es un rey cualquiera, sino el Rey ungido por Dios, cuyo dominio es eterno y universal.
El Salmo 2 es quizás uno de los más explícitos al hablar del Mesías como Rey, revelando tanto la oposición que enfrentaría como la inquebrantable determinación divina de establecer su reino:
"¿Por qué se amotinan las gentes, y los pueblos piensan cosas vanas? Se levantarán los reyes de la tierra, y príncipes consultarán unidos contra Jehová y contra su Ungido (Mesías)." (Salmo 2:1-2)
"Mi decreto publicaré; Jehová me ha dicho: Mi hijo eres tú; yo te engendré hoy. Pídeme, y te daré por herencia las naciones, y como posesión tuya los confines de la tierra." (Salmo 2:7-8)
Este salmo plasma un cuadro de la hostilidad mundial al reinado de Dios y de su Mesías. Las naciones se alzan, los príncipes conspiran, pero la respuesta divina es el ridículo y la afirmación de un decreto inquebrantable. Jesús, en su primera venida, enfrentó precisamente esta oposición, tanto de líderes religiosos como políticos, que intentaron frustrar el plan de Dios. Sin embargo, en medio de la hostilidad, se declara la filiación divina del Rey y su autoridad para gobernar sobre todas las naciones. Su resurrección no solo confirmó su divinidad, sino también su derecho inalienable a reinar. Él es el Rey que fue coronado en el Calvario, y que un día regresará para reinar visiblemente sobre toda la tierra.
El Salmo 110 es otro pilar fundamental en la revelación del Mesías como Rey y Sacerdote. Su importancia es tal que es el salmo más citado en el Nuevo Testamento, lo que subraya su relevancia mesiánica para los apóstoles y los primeros creyentes.
"Jehová dijo a mi Señor: Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies." (Salmo 110:1)
"Jehová juró, y no se arrepentirá: Tú eres sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec." (Salmo 110:4)

Aquí, David, el autor del salmo, llama al Mesías "mi Señor", reconociendo una autoridad y una divinidad superior a la suya propia. Jesús mismo citó este versículo para confundir a los fariseos (Mateo 22:41-46), mostrando que el Mesías no era simplemente un descendiente de David, sino alguien divino, preexistente y superior a él. La ubicación "a la diestra" de Dios no es solo un lugar de honor, sino de autoridad y poder supremo. Además, la mención de un sacerdocio "según el orden de Melquisedec" apunta a un sacerdocio eterno, único y superior al levítico. A diferencia de los sacerdotes levíticos que ofrecían sacrificios repetidamente, Jesús, como nuestro gran Sumo Sacerdote, ofreció un sacrificio perfecto y único por los pecados una vez y para siempre (Hebreos 7). Él intercede continuamente por nosotros ante el Padre.

El Siervo Sufriente
Los Salmos no solo anticipan la gloria y el reinado del Mesías, sino también su profundo sufrimiento, un aspecto esencial de su misión redentora. Revelan la humanidad de Jesús y la agonía que soportaría por amor a la humanidad.
El Salmo 22 es un salmo de lamento que se lee como una crónica profética asombrosamente detallada de la crucifixión de Jesús. Es un pasaje que nos invita a contemplar el dolor más profundo que el Mesías soportaría:
"Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? ¿Por qué estás tan lejos de mi salvación, y de las palabras de mi clamor?" (Salmo 22:1)
Estas son las palabras exactas que Jesús pronunció en la cruz (Mateo 27:46), revelando la inmensa angustia de la separación divina mientras cargaba con el pecado del mundo. El salmo continúa describiendo detalles asombrosos que se cumplieron literalmente en el Calvario:
"Agujerearon mis manos y mis pies." (Salmo 22:16)
"Repartieron entre sí mis vestidos, y sobre mi ropa echaron suertes." (Salmo 22:18)
"Me hicieron beber hiel." (Salmo 69:21 – aunque esta profecía es de otro salmo, muestra el patrón de sufrimiento)
Estos versículos, escritos mucho antes de la invención de la crucifixión, describen con una precisión escalofriante lo que Jesús experimentaría. El salmista no solo expresa el dolor físico insoportable, sino también la agonía de sentirse abandonado por Dios, un sufrimiento que Jesús, al cargar con el peso del pecado, experimentó en su máxima expresión. Su sacrificio no fue solo físico, sino una profunda separación espiritual para que nosotros pudiéramos ser reconciliados con Dios.

El Buen Pastor 
Jesús se identificó a sí mismo como el Buen Pastor, una imagen de ternura, liderazgo y provisión inagotable. Esta figura central en la vida de Jesús encuentra un eco profundo y consolador en los Salmos.
El Salmo 23 es, sin duda, el más conocido de todos los salmos, y nos ofrece un cuadro detallado del cuidado constante y del compañerismo de Dios por su pueblo:
"Jehová es mi pastor; nada me faltará." (Salmo 23:1)
"En lugares de delicados pastos me hará descansar; junto a aguas de reposo me pastoreará. Confortará mi alma; me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre." (Salmo 23:2-3)
"Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán aliento." (Salmo 23:4)
Aunque el salmo habla directamente de Jehová, Jesús es la encarnación perfecta de este Pastor. Él es quien nos guía con sabiduría, nos sustenta con gracia, nos protege del peligro y del mal, y nos conduce a la vida eterna. Él mismo declaró: "Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas" (Juan 10:11). Este salmo nos invita a una confianza radical en su liderazgo y provisión constante, sabiendo que Él suplirá cada una de nuestras necesidades, incluso en los momentos más oscuros. Su presencia es nuestra seguridad.

El Triunfo del Mesías 
Los Salmos también anticipan el triunfo definitivo de Jesús sobre la muerte y su gloriosa ascensión a la diestra de Dios, eventos que son la piedra angular de la fe cristiana.
El Salmo 16 expresa una esperanza inquebrantable en la vida más allá de la tumba, una esperanza que va más allá de la experiencia de cualquier ser humano:
"Porque no dejarás mi alma en el Seol, ni permitirás que tu Santo vea corrupción." (Salmo 16:10)
"Me mostrarás la senda de la vida; en tu presencia hay plenitud de gozo; delicias a tu diestra para siempre." (Salmo 16:11)
Pedro, en su poderoso sermón de Pentecostés, citó este versículo para probar de manera irrefutable la resurrección de Jesús (Hechos 2:25-31). Argumentó que David, el autor, murió y su cuerpo experimentó corrupción, por lo tanto, este salmo no podía referirse completamente a él. Sin embargo, en Jesús, el Santo de Dios, esta profecía se cumplió de manera literal y gloriosa. Su cuerpo no experimentó corrupción, sino que resucitó victorioso sobre la muerte, y fue elevado a la presencia de Dios Padre, donde hay plenitud de gozo y deleites para siempre. Este salmo es un poderoso recordatorio de que la muerte no tiene la última palabra sobre el Mesías ni sobre aquellos que creen en Él.

El Carácter Perfecto del Mesías
Muchos salmos describen la rectitud, la justicia y la santidad inmaculadas de Dios, características que se manifiestan plenamente en Jesús. Él es el Mesías sin pecado, el único que pudo ofrecerse como sacrificio perfecto y aceptable.
El Salmo 40 habla de la obediencia inquebrantable del Mesías a la voluntad de Dios, un contraste con los sacrificios ineficaces de animales bajo la antigua ley:
"Sacrificio y ofrenda no quisiste; mis oídos abriste; holocausto y expiación no pediste. Entonces dije: He aquí, vengo; en el rollo del libro está escrito de mí; el hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado, y tu ley está en medio de mi corazón." (Salmo 40:6-8)
El libro de Hebreos (10:5-7) aplica este pasaje directamente a Jesús, mostrando que Él vino al mundo no para que los sacrificios de animales continuaran, sino para ofrecerse a sí mismo en perfecta obediencia a la voluntad del Padre. Su vida impecable, su perfecta obediencia hasta la muerte en la cruz, y su muerte sacrificial satisfacen la justicia de Dios, anulando la necesidad de más sacrificios y reconciliándonos con Él para siempre. Jesús es la personificación de la ley y la justicia divina.

La Confianza del Mesías
Finalmente, los Salmos también revelan la resiliencia del Mesías frente a la adversidad y su confianza inquebrantable en la vindicación de Dios.
El Salmo 31 expresa la profunda confianza del justo en Dios, incluso en medio de la traición y la persecución.
"En tu mano encomiendo mi espíritu; tú me has redimido, oh Jehová, Dios de verdad." (Salmo 31:5)
Estas fueron las últimas palabras que Jesús pronunció en la cruz, justo antes de morir (Lucas 23:46). Aunque este salmo describe la experiencia de un individuo justo en apuros, las palabras de Jesús en ese momento culminante le dan un significado mesiánico profundo. Muestran su confianza absoluta en el Padre, incluso en el momento de su mayor sufrimiento y muerte. Jesús se entregó completamente a la voluntad de Dios, sabiendo que sería vindicado.
 
Aplicación 
Los Salmos deben producir en nosotros:
  1. Adoración y Reverencia: Los Salmos nos invitan a adorar a Jesús como nuestro Rey soberano, el que tiene toda autoridad en el cielo y en la tierra. Nos llaman a postrarnos ante su majestad y a reconocer que solo en Él hay verdadero poder y gloria.
  2. Confianza Absoluta: Los Salmos nos recuerdan que podemos confiar en Él como nuestro Buen Pastor, que nos cuida tiernamente en cada circunstancia de la vida, guiándonos, sustentándonos y protegiéndonos de todo mal. No hay situación que escape a Su provisión y Su amor.
  3. Consuelo Profundo: En medio del sufrimiento, la traición o el dolor, podemos encontrar consuelo sabiendo que Jesús sufrió por nosotros, que Él entiende nuestro dolor y nuestras aflicciones porque las experimentó de primera mano. Su compasión es infinita.
  4. Esperanza Inquebrantable: Los Salmos nos dan una esperanza inquebrantable en su resurrección y, por extensión, en nuestra propia resurrección con Él. La victoria de Jesús sobre la muerte es nuestra promesa de vida eterna y de que nuestra historia no termina en la tumba.
  5. Motivación para la Obediencia: Su perfecta obediencia y justicia nos impulsan a vivir vidas que le agraden, buscando hacer Su voluntad y caminar en Su verdad.
Los Salmos son un testimonio elocuente y profético de la obra redentora de Jesucristo. Nos invitan a contemplar su gloria, a confiar en su cuidado, a celebrar su victoria y a vivir en la esperanza de su regreso. Que al leer y meditar en estos cánticos y oraciones antiguas, nuestra fe en el Mesías prometido se arraigue aún más profundamente en nuestros corazones, transformando cada aspecto de nuestra existencia.
 
 Libros relacionados con este devocional:
 
 
 
 
 
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Deja un comentario