jueves, 25 de febrero de 2010

La oración

Tarea Primordial De Los Ministros

El hecho de que las epístolas del Nuevo Testamento den fe de tantas oraciones, nos llama la atención sobre un aspecto importante de la tarea ministerial. El predicador no ha terminado con sus obligaciones cuando deja el púlpito, ya que es preciso que riegue la semilla que ha sembrado. Por el bien de los predicadores jóvenes, permítaseme extenderme un poco sobre este asunto. Ya hemos visto que los apóstoles se dedicaron “de lleno a la oración y al ministerio de la palabra” (Hch. 6:4) dejando un ejemplo excelente para todos aquellos que les siguen en esta sagrada vocación. No sólo hay que poner atención al orden de prioridades que establecen los apóstoles, sino que hay que obedecerlo y practicarlo. No importa con cuánto cuidado y laboriosidad preparemos nuestros sermones, estos llegarán a los oyentes sin la unción del Espíritu si no han nacido de un alma que se ha ocupado delante de Dios. A menos que el sermón sea el producto de intensa oración no esperemos que despierte el espíritu de oración en aquellos que lo escuchan. Como ya se ha señalado, Pablo entretejía oraciones entre las instrucciones que escribía en sus cartas. Es nuestro privilegio y nuestro deber retirarnos a un lugar apartado después de dejar el púlpito, para rogar a Dios que escriba su palabra sobre el corazón de quienes nos escucharon, para evitar que el enemigo arrebate la semilla y para bendecir nuestro esfuerzo de tal manera, que esas palabras lleven fruto para su eterna alabanza.

Lutero solía decir: “Hay tres cosas que hacen eficaz a un predicador: súplicas, meditación y tribulación.” No sé cómo explicó esto el gran reformador, pero supongo que quería decir algo así: que la oración es necesaria para situar al predicador dentro del marco adecuado, para manejar las cosas divinas y para investirlo de poder divino; que la meditación en la palabra es esencial para suplirle material para su mensaje, y que se requiere de la tribulación como contrapeso de su nave, porque el ministro del evangelio necesita pruebas que lo mantengan humilde, así como el apóstol Pablo recibió un aguijón en la carne para evitar que se exaltara indebidamente por la abundancia de revelaciones que le eran concedidas. La oración es el medio señalado para recibir comunicaciones que edifiquen e instruyan al pueblo. Debemos dedicar mucho tiempo a estar con Dios, antes de poder salir y hablar en su nombre. Epafras, uno de los pastores de Colosas, había salido de casa para visitar a Pablo. Al concluir su epístola a los Colosenses, Pablo informa a los destinatarios que Epafras intercedía por ellos fielmente: “Os saluda Epafras, el cual es uno de vosotros, siervo de Cristo, siempre rogando encarecidamente por vosotros en sus oraciones. para que estéis firmes, perfectos y completos en todo lo que Dios quiere. Porque de él doy testimonio de que tiene gran solicitud por vosotros. . .” (Col. 4:12.13a. RV60). ¿Sería posible recomendarlo a usted ante su congregación en esos términos?

Una Tarea Universal Entre Los Creyentes

Pero no se piense que el énfasis que las epístolas hacen indica que la oración es una tarea exclusiva de los predicadores. Lejos de ser así, las epístolas van dirigidas a creyentes en general, quienes necesitan practicar todo lo que estas cartas contienen. Los cristianos deben orar mucho, no solamente por ellos mismos sino por todos sus hermanos y hermanas en Cristo. Debemos orar deliberadamente de acuerdo con estos modelos apostólicos, y pedir las bendiciones particulares que allí se especifican. Hace mucho tiempo que soy un convencido de que no hay manera mejor ‑ ni más práctica, ni más valiosa, ni más eficaz ‑ de expresar nuestra solicitud y afecto por los santos, que presentarlos en oración delante de Dios, y llevarlos en los brazos de nuestra fe y de nuestro amor.

Al estudiar estas oraciones en las epístolas, y al considerarlas frase por frase aprenderemos con mayor claridad qué bendiciones debemos procurar para nosotros y para otros; sabremos cuáles son los dones y gracias espirituales por los que debemos ser muy solícitos. El hecho de que estas oraciones, inspiradas por el Espíritu Santo, hayan quedado registradas en el sagrado volumen, hace ver que los favores particulares que en ellas se piden son los que Dios nos ha permitido buscar y obtener de parte de él (Ro. 8:26,27; 1 Jn. 5:14,15).

A.W. Pink