viernes, 16 de julio de 2010

“Y salvaré a la que cojea.” Sofonías 3: 19.

Hay muchas de estas que cojean, tanto machos como hembras. Puedes encontrarte “a la que cojea” veinte veces en una hora. Van por el camino indicado, y están sumamente ansiosas de correr en él con diligencia, pero son cojas, y su caminar es muy torpe. En el camino celestial hay muchos inválidos. Pudiera ser que digan en sus corazones: ¿qué será de nosotros? El pecado nos atrapará, Satanás nos derribará. ‘Próximo-A-Cojear’ es nuestro nombre y nuestra naturaleza; el Señor no tiene buenos soldados, ni siquiera veloces mensajeros que atiendan Sus mensajes. ¡Bien! ¡Bien!, Él nos salvará y eso no es algo insignificante. Él dice: “Salvaré a la que cojea.” Al salvarnos, Él se glorificará grandemente. Todos se preguntarán: ¿cómo logró esta mujer coja participar en la carrera y ganar la corona? Y entonces toda la alabanza será dada a la gracia todopoderosa.

Señor, aunque cojee en la fe, en la oración, en la alabanza, en el servicio y en la paciencia, ¡sálvame, te lo suplico! Sólo Tú puedes salvar a un lisiado como yo. Señor, no permitas que perezca por estar entre los postreros, sino recoge por Tu gracia a los más lentos de Tus peregrinos: incluso a mí. He aquí que Él ha dicho que así será, y, por tanto, como Jacob, prevaleciendo en oración, sigo adelante aunque mi tendón esté contraído.


C.H. Spurgeon

"La chequera del banco de la fe"